José María Gabriel y Galán

José María Gabriel y Galán

Poeta Español y Asturleonés cuyo nombre completo es José María Gabriel y Galán

Frades de la Sierra, Salamanca, 28 de junio de 1870-Guijo de Granadilla, Cáceres, 6 de enero de 1905

47 Poesías de José María Gabriel y Galán

Poemas más populares de José María Gabriel y Galán


Mi vaquerillo

He dormido esta noche en el monte
con el niño que cuida mis vacas.
En el valle tendió para ambos
el rapaz su raquítica manta
¡y se quiso quitar-¡pobrecito!-
su blusilla y hacerme almohada!
Una noche solemne de junio,
una noche de junio muy clara...
Los valles dormían,
los búhos cantaban,
sonaba un cencerro,
rumiaban las vacas...
Y una luna de luz amorosa,
presidiendo la atmósfera diáfana,
inundaba los cielos tranquilos
de dulzuras sedantes y cálidas.
¡Qué noches, qué noches!
¡Qué horas, qué auras!
¡Para hacerse de acero los cuerpos!
¡Para hacerse de oro las almas!
Pero el niño ¡qué solo vivía!
¡Me daba una lástima
recordar que en los campos desiertos
tan solo pasaba
las noches de junio
rutilantes, medrosas, calladas,
y las húmedas noches de octubre,
cualdo el aire menea las ramas,
y las noches del turbio febrero,
tan negras, tan bravas,
con lobos y cárabos,
con vientos y aguas!...
¡Recordar que dormido pudieran
pisarlo las vacas,
morderle en los labios
horrendas tarántulas,
matarlo los lobos,
comerlo las águilas!...
¡Vaquerito mío!
¡Cuán amargo era el pan que te daba!
Yo tenía un hijito pequeño
-hijo de mi alma,
que jamás te dejé si tu madre
sobre ti no tendía sus alas!-
y si un hombre duro
le vendiera las cosas tan caras!...
Pero ¿qué van a hablar mis amores,
si el niñito que cuida mis vacas
también tiene padres
con tiernas entrañas?
He pasado con él esta noche,
y en las horas de más honda calma
me habló la conciencia
muy duras palabras...
Y le dije que sí, que era horrible...,
Que llorándolo el alma ya estaba.
El niño dormía
cara al cielo con plácida calma;
la luz de la luna
puro beso de madre le daba,
y el beso del padre
se lo puso mi boca en su cara.
Y le dije con voz de cariño
cuando vi clarear la mañana:
-¡Despierta, mi mozo,
que ya viene el alba
y hay que hacer una lumbre muy grande
y un almuerzo muy rico... ¡Levanta!
Tú te quedas luego
guardando las vacas,
y a la noche te vas y las dejas...
¡San Antonio bendito las guarda!...
Y a tu madre a la noche le dices
que vaya a mi casa,
porque ya eres grande
y te quiero aumentar la soldada...


Poema Mi vaquerillo de José María Gabriel y Galán con fondo de libro

La Pedrada.

UANDO pasa el Nazareno
De la túnica morada,
Con la frente ensangrentada,
Y la soga al cuello echada,

El pecado me tortura,
Las entrañas se me anegan
En torrentes de amargura,
Y las lágrimas me ciegan,
Y me hiere la ternura...
...................................
Yo he nacido en esos llanos
De la estepa castellana,
Cuando había unos cristianos
Que vivían como hermanos
En república cristiana.

Me enseñaron a rezar.
Enseñáronme a sentir
Y me enseñaron a amar;
Y como amar es sufrir,
También aprendí a llorar.

Cuando esta fecha caía
Sobre los pobres lugares,
La vida se entristecía,
Cerrábanse los hogares
Y el pobre templo se abría.

Y detrás del Nazareno
De la frente coronada,
Por aquel de espigas lleno
Campo dulce, campo ameno
De la aldea sosegada,

Los clamores escuchando
De dolientes Misereres,
Iban los hombres rezando.
Sollozando las mujeres
Y los niños observando...

¡Oh, qué dulce, qué sereno
Caminaba el Nazareno
Por el campo solitario.
De verdura menos lleno
Que de abrojos el Calvario!

¡Cuán suave, cuán paciente
Caminaba y cuán doliente
Con la cruz al hombro echada.
El dolor sobre la frente
Y el amor en la mirada!

Y los hombres, abstraídos,
En hileras extendidos.
Iban todos encapados,
Con hachones encendidos
Y semblantes apagados.

Y enlutadas, apiñadas,
Doloridas, angustiadas,
Enjugando en las mantillas
Las pupilas empañadas
Y las húmedas mejillas,

Viejecitas y doncellas,
De la imagen por las huellas
Santo llanto iban vertiendo...
¡Como aquellas, como aquellas
Que a Jesús iban siguiendo!

Y los niños, admirados,
Silenciosos, apenados,
Presintiendo vagamente
Dramas hondos no alcanzados
Por el vuelo de la mente.

Caminábamos sombríos
Junto al dulce Nazareno,
Maldiciendo a los Judíos,
¡Que eran Judas y unos tíos.
Que mataron al Dios bueno!

II

¡Cuántes veces he llorado
Recordando la grandeza
De aquel hecho inusitado
Que una sublime nobleza
Inspiróle a un pecho honrado!

La procesión se movía
Con honda calma doliente.
¡Qué triste el sol se ponía!
¡Cómo lloraba la gente!
¡Cómo Jesús se afligía!...

¡Qué voces tan plañideras
El Miserere cantaban!
¡Qué luces, que no alumbraban,
Tras las verdes vidrieras
De los faroles brillaban!

Y aquel sayón inhumano,
Que al dulce Jesús seguía
Con el látigo en la mano,
¡Qué feroz cara tenía!
¡Qué corazón tan villano!

¡La escena a un tigre ablandara!
Iba a caer el Cordero,
Y aquel negro monstruo fiero
Iba a cruzarle la cara
Con el látigo de acero...

Mas un travieso aldeano,
Una precoz criatura
De corazón noble y sano
Y alma tan grande y tan pura
Como el cielo castellano,

Rapazuelo generoso
Que al mirarla, silencioso.
Sintió la trágica escena,
Que le dejó el alma llena
De hondo rencor doloroso,

Se sublimó de repente.
Se separó de la gente,
Cogió un guijarro redondo.
Miróle al sayón la frente
Con ojos de odio muy hondo.

Paróse ante la escultura.
Apretó la dentadura.
Aseguróse en los pies.
Midió con tino la altura.
Tendió el brazo de través.

Zumbó el proyectil terrible,
Sonó un golpe indefinible,
Y del infame sayón
Cayó botando la horrible
Cabezota de cartón.

Los fieles, alborotados
Por el terrible suceso,
Cercaron al niño airados.
Preguntándole admirados:
— ¿Por qué, por qué has hecho eso?..

Y él contestaba, agresivo.
Con voz de aquellas que llegan
De un alma justa a lo vivo:
— «¡Porque sí; porque le pegan
Sin hacer ningún motivo!»

III

Hoy, que con los hombres voy,
Viendo a Jesús padecer,
Interrogándome estoy:
¿Somos los hombres de hoy
Aquellos niños de ayer?


Poema La Pedrada. de José María Gabriel y Galán con fondo de libro

El Cristo de Velázquez

¡Lo amaba, lo amaba!
¡No fue sólo milagro del genio!
Lo intuyó cuando estaba dormido,
porque sólo en las sombras del sueño
se nos dan las sublimes visiones,
se nos dan los divinos conceptos,
la luz de lo grande,
la miel de lo bello...
¡Lo amaba, lo amaba!
¡Nacióle en el pecho!
No se puede soñar sin amores,
no se puede crear sin su fuego,
no se puede sentir sin sus dardos,
no se puede vibrar sin sus ecos,
volar sin sus alas,
vivir sin su aliento...
El sublime vidente dormía
del amor y del arte los sueños
-¡los sueños divinos
que duermen los genios!
¡Los que ven llamaradas de gloria
por hermosos resquicios de cielo!
Y el amor, el imán de las almas
le acercó la visión del Cordero,
la visión del dulcísimo Mártir
clavado en el leño,
con su frente de Dios dolorida,
con sus ojos de Dios entreabiertos,
con sus labios de Dios amargados,
con su boca de Dios sin aliento....
¡Muerto por los hombres!,
¡por amarlos muerto!
Y el artista lo vio como era,
los sintió Dios y Mártir a un tiempo,
lo amó con entrañas
cargadas de fuego,
y en la santa visión empapado,
con divinos arrobos angélicos,
con magnéticos éxtasis líricos,
con sabrosos deliquios ascéticos,
con el ascua del fuego dramático,
con la fiebre de artísticos vértigos,
la memoria tornando a los hombres
ingratos y ciegos
débiles o locos,
ruines o perversos,
invocó a la Divina Belleza
donde beben bellezas los genios,
los justos, los santos,
los limpios, los buenos...
Y al conjuro bajaron los ángeles,
y a artista inspirado asistieron,
su paleta cargaron de sombras
y luces del cielo,
alzaron el trípode,
tendieron el lienzo,
y arrancándose plumas de raso
de las alas, pinceles le hicieron.
Y el mago del arte,
el sublime elegido, entreabiendo
los extáticos ojos cargados
de penumbras del místico ensueño,
tomó los pinceles,
somnámbulo, trémulo...
De rodillas cayeron los ángeles
y en el aire solemnes cayeron
todas las tristezas,
todos los silencios...
¡Y el genio del arte
se posó sobre el borde del lienzo!
Con fiebre en la frente,
con fuego en el pecho,
con miradas de Dios en los ojos
y en la mente arrebatos de genio
el artista empapaba de sombras
y de luces de sombras el lienzo...
No eran tintas con copias inertes,
eran vivos dolientes tormentos,
eran sangre caliente de Mártir,
eran huellas de crimen de réprobos,
eran voces justicia clamando,
y suspiros clemencia pidiendo...
¡Era el drama del mundo deicida
y el grito del cielo!...

¡Y el sueño del hombre
quedó sobre el lienzo!
¡Lo amaba, lo amaba!:
¡el amor es un ala del genio!


Poema El Cristo de Velázquez de José María Gabriel y Galán con fondo de libro

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